martes, 25 de noviembre de 2008

Egresado de EM

¡Al fin! El pasado lunes, la segunda generación de cuartos medios a la que pertenezco fue homenajeada y todos recibimos nuestros diplomas en un mar de aplausos y lágrimas. Concluye así nuestra jornada de EM (Educación Media) y como decía nuestra frase "doce años y un día, condena cumplida", al fin. Hoy no hay video, pero el arte no descansa, así que escribí un relato de lo que fue nuestra noche de viernes pasado.

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Cena de Gala


Hoy fue sensacional. El liceo en el que hice mi ed. Media, que se caracterizaba siempre por hacer eventos MUY aburridos (léase días del alumno, fondas y/o ramadas, celebración del aniversario, y todas esas cuestiones que hacen los liceos) nos acogía hoy en nuestra Increíble Fiesta de Gala de Cuarto Medio, aunque sólo era el puro casino y había un baño para hombres y otro para mujeres para aprox. 150 personas. Y claro, desde que la oí mencionar hace tiempo, imaginaba que MI fiesta de Gala iba a apestar por el liceo (capaz que sea el rrhh, aunque puede ser la triste infraestructura también) y el pensamiento de que la Fiesta de Gala del año pasado (de hecho, la primera generación de este Liceo, nosotros somos la segunda, y la mejor, según dicen) había apestado en mala, hacía una revoltura terrible en mi mente de que la dichosa gala iba a ser un fiasco (y creo que casi todos mis compañeros ídem). Pero me llevé una sorpresa tal que decidí escribirlo para que no se me olvide nunca. Por este motivo (de que los eventos ahí apestan) no tuve mucho interés al elegir la ropa; fui donde mi papá (a menos de un kilómetro de mi casa) y como no estaba, entré y saqué del clóset un colgador forrado elegantemente “Johnson’s”, y como era el único ni me lo probé y me lo traje a mi casa. Y mañana era la Gala… así que lo abrí y era lo más bacán del mundo, un traje hecho a mi medida, con terciopelo y seda por dentro, suave y protector. Un terno de ejecutivo top. Y hasta lustré mis zapatos con dos escobillas diferentes. Y al fin llegó el día de mi Gran Gala… me di una ducha, y me puse el famoso traje, aunque con muy pocas expectativas. Como no iba a ir en bicicleta, como siempre hago, me fui a pie, y casi ni me ensucié. Y me preocupaba de sacarme las pelusas en el camino, porque claro, es una Gala y hay que ir presentable y formal. Así que mientras me acercaba, más fuertes venían las dudas, que nos vamos a aburrir toditos, que vamos a pasar hambre, etc. Tampoco fumé, no quería llegar con el olor. Se accedía por el portón lateral, así que me acerqué y me encontré con una amiga de otro curso que es preciosa, la saludé a ella, sus padres y su hermana. Traía un vestido azul claro, unas chalitas con tacos (que ya veíamos que se caía) y sus pies morenos que casi cubría el vestido. Casi quedé embobado cuando la vi. Nos despedimos de sus padres y nos acercamos al portón lateral, del brazo (para que ella no se cayera, entonces agradecí el no haber fumado). Vimos a unos pocos compañeros de colegios y algunos apoderados. Fui a saludar, todos se ven estupendos y estupendas, y me dicen lo mismo. Pero en el ambiente hay poca esperanza. Luego comienzan a llegar más gente, entre ellos amigos míos (que tengo hartos amigos repartidos por los tres cuartos. Somos repocos, pero menos cantidad es más calidad). Es cuático ver a los amigos de uno (esos que toman hasta morir y quedar dormido con los ojos blancos, que hacen fogatas en la sala y fuman en los baños, aunque en realidad somos unos ángeles comparados con otros liceos). Sobretodo el Fido y el Manuel, que son tan cabezones y chascones (aunque yo también, pero a mi me venía el terno, según me decían). Cuando terminamos de reírnos de su pinta, llegaron más amigos, todos correctamente camisados, cuaticamente corbateados y violentamente trajeados. Aún faltaban amigos que llegaran cuando abrieron las puertas, eran las ocho y algo. Pero decidimos seguir esperando a los amigos... Y los esperamos hasta que la propia Srta. Inspectora, que estaba en la puerta entregando claveles rojos a las damas, se nos acercó y nos tironeó para que entráramos, porque parece que ellos adentro se estaban muriendo de aburrimiento. Así que entramos a nuestra decepción, eso creíamos. La otra Srta. Inspectora nos entragaba un clavél blanco, y más adelante estaban los prof. En Jefe de los cursos respectivos; la primera, una anciana que al explicar se le abren tanto los ojos que parece que se lo va a tragar a uno con cuaderno y todo. A su lado, nuestra prof. En Jefe, con quien, a pesar de tener trifulcas no hacía mucho, me recibió con un besote en la cara, una sonrisa, unas bendiciones y, lo más importante, los vales para la comida. Los revisé y había de todo para elegir: hamburguesas mini, empanadas mini, ron, tapaditos (que nunca supe en qué consistían), y no me acuerdo qué más. Al lado de mi prof. En Jefe estaba la otra prof. En Jefe, que es tremenda de bonita, y no dudé de saludarla con un beso en la cara apenas la vi. El pasillo al aire libre seguía y más allá nos esperaban los profes, parados uno al lado del otro, entonces claro, uno iba saludando a los profes uno por uno. Luego nos tomamos una foto y entramos. Yo soy el segundo de izquierda a derecha y el que tiene el traje más claro es el chascón Fido.





El terno le viene, sí señor.
Y justo cuando pensamos que ibamos a encontrarnos con la guarida del dragón, pero sin dragón ni tesoro, cuando vimos que el casino en el que comimos cuatro años, ahora era “otro”. Primero, sacaron esas sillas horribles que a uno le dejan el poto como reja, y pusieron las clásicas, y las envolvieron con paños blancos. Había DJ, como cinco parlantes de concierto, globos colocados elegantemente, luces estrambóticas que iluminaban la pista de baile, y el infaltable servicio de “catering”, osea pagarles a personas para que vengan a transformar el casino en un restaurante de primera. Yo partí fumándome un cigarro, para evitar el hambre, pero el problema es que el hambre no volvió nunca jamás, sino una molestia en el instestinto, y con el baño perpetuamente ocupado, no pude tragar nada y aún tengo los valecitos en el bolsillo del terno. Pasaron unos 10 minutos, hasta que estábamos todos, y el animador, que era chascón, dijo “vean este video” y puso un video del C hecho por el Salinas, que es tan repintamonos y creativo. Eso creo que le falta al A, gente creativa (porque tenemos la pura presidenta que es rebuena con los trabajos manuales, y como cinco que siempre le ayudan…), y en el C hay hartos. Y el video eran puras fotos relocas tomadas desde que eran el Segundo C hasta hoy. Y nos reíamos y nos reíamos. Después del video, el chascón pidió que un “representante” del curso fuera a hablar, y fue el mismo Salinas, ovacionado, y dijo que nos iba a ir súper bien en la vida, “a todos los cuartos, al C, al A también, y al B…” y justo ahí todos lo ovacionamos, porque nuestra generación no solía ser unida, sino hasta este año, y eso era bonito. Después el chascón hizo lo mismo con el otro curso, un video que ahora era largo y fome, y después salió la “representante” a hablar. Después salió “nuestro” video, que en realidad apestaba tanto como el otro, cuando alguien me dijo “tú salís a hablar” y todos me apuntaron (eramos puros del A que me rodeaban) y me dijeron sal a hablar, así que cuando por fin se terminó el videíto (que no eran más que las fotos de primero de todos los miembros que somos 45, y otras fotos bien fomes) salí a hablar, y me aplaudieron, y fue tan bacán poder hablar. Recuerdo que para terminar el extenuante discurso que duró 12 segundos, dije ¡y ahora, a pasarlo bien! y todos me ovacionaron y partimos al galope. Pero el chascón tenía preparada otra sorpresa. Era otro video, pero hecho por los profes, y eran puras citas dichas por ellos (pero no grabadas, sino el puro texto, y unas fotos), aunque emocionantes. Después llegó el profe de matemática con un papel, y empezó a leer el discurso. Cuando terminó, el chascón organizó unos concursos bien choros, donde se ponían diferentes categorías (como el más quemao, carretero, sexy, etc, y en femenino también) uno de cada curso y el ganador se escogía por “aplausómetro”. Y resultó genial. Algunos tenían que bailar, mostrar la pierna, bailar sexy o sencillamente hacer el ridículo. A los que iban adelante les daban diplomas, aunque yo no salí nunca. Y mejor, porque me cargan esos extremos (aunque me reí con el concurso, las payasadas las hacían otros). Después de varios concursos, el DJ puso unos mixes bailables y se armó la fiesta, todos bailando, hasta los profes. Y en esto no hay nada que quejarse, los profes nos preguntaban por la fiesta y les respondíamos que nos habían sorprendido. Nomás guatearon los baños, porque eran pocos. Y después se puso mejor, porque trajeron dos bandas de rock (una eran puros alumnos de tercero y la segunda, auténticos profesionales) y hasta “mocheamos” (aunque yo trataba de no ser muy bruto porque el pantalón era caro, igual me caí una vez que estábamos haciendo el trencito en un mambo estupendo y excitante). Después me fui a fumar un cigarro con mis amigos y vino nuestra prof. En Jefe a decirnos que la fiesta se había terminado, aunque nosotros ya sabíamos, por la hora. Y el DJ empezó a poner músicas tristes, emo y cortavenas para que nos bajara la pena. Y a varios les bajó. Porque prendieron las luces y nos empezamos a despedir, y eran abrazos largos, y de pronto llanto a moco tendido, ojos rojos y adioses. Pero felices porque la Fiesta de Gala ® había sido un exitazo, contra todos los pronósticos. Me despedí de un par de profes y salí del lloriqueo, la noche se había puesto helada y allá lejos la luna se alzaba creciente, amarilla y chora. Eran como las tres de la mañana. Lo último que supe de los demás es que se dividieron la mayoría en bandadas, y habían ido a diferentes casas, con un buen sabor de boca.